miércoles, 2 de junio de 2010


Migrantes sufren la ruta de Guatemala

 ARNULFO CHAPAS PEREZ
 --De la redacción de Prensa Libre


 Guatemala -- De los extranjeros que cruzan anualmente las fronteras guatemaltecas en su intento por llegar a Estados Unidos, 100,000 son deportados a su paso por territorio mexicano. Esos migrantes son víctimas de los llamados ``coyotes'' o ``polleros'', quienes en forma independiente o ligados a redes internacionales de  tráfico de humanos los contactan en sus países de origen, pintándoles cuadros halagüeños, y luego los abandonan a su suerte, después de haberles esquilmado altas sumas de dinero.

 La mayoría de migrantes proceden de Centro y Sudamérica, los cuales prefieren como destino los Estados Unidos. Un bajo porcentaje de orientales elige a Guatemala, según lo señala un estudio sobre migrantes
 titulado Caso Guatemala, elaborado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

El fenómeno migrante es motivo de preocupación no sólo para Estados Unidos, sino para el resto de países del mundo. En el estudio se destaca  el papel de Guatemala, porque es el paso obligado para todos
 latinoamericanos, e incluso para asiáticos y para oriundos del Medio Oriente.

A raíz de ello, en el denominado Proceso de Puebla, del 14 de marzo de 1996, se condenan las violaciones a los derechos humanos de los migrantes.

Eso llevó a que en Guatemala se hiciera el estudio sobre la materia en cuestión, y luego la Dirección General de Migración elaboró un anteproyecto de ley, con dedicatoria para quienes trafican con los migrantes y cometen toda clase de vejámenes en su contra.  Los flujos migratorios en Guatemala, al Este, disponen de una línea fronteriza de 180 kilómetros con El Salvador; de 220 con Honduras y 210 con Belice, mientras que al Noroeste tienen con México 960 kilómetros --casi en línea recta-- cuyo límite lo marca el río Suchiate, en 
 la parte sur de San Marcos. Eso representa una frontera de diversas opciones para todo aquel que quiera experimentar la aventura del llamado ``sueño americano'', aun a costa del riesgo de perder su propia
 vida.

 ¿Quiénes son los migrantes? En su mayoría son salvadoreños,  hondureños, nicaragüenses, panameños, ecuatorianos, bolivianos, brasileños, colombianos, chinos continentales, jordanos, iraníes, palestinos, cubanos y guatemaltecos. Todos van para Estados Unidos. 



 Sólo los jordanos e iraníes prefieren quedarse en Guatemala. Estructura legal  El Código Procesal Penal y la Ley de Migración y Extranjería no tipifican como delito el tráfico de migrantes. Por ello, la Dirección General de  Migración elaboró el citado anteproyecto de ley, el cual crea la figura del delito migratorio. Esa propuesta fue presentada como iniciativa de ley a la Comisión de Gobernación, pero a la fecha está engavetado.

De ser aprobado, el delito migratorio contempla multas de 500 a mil  quetzales (6.5 quetzales equivalen a un dólar). Además, los traficantes podrían ser sujetos de expulsión. Las condenas carcelarias serán elevadas, para escarmentar a los ``coyotes'' o ``polleros'', quienes amasan grandes fortunas en poco tiempo, refiere el estudio. Por ejemplo, a los centroamericanos les cobran tres mil dólares; a los sudamericanos,  $7,000; árabes, $12,000; africanos, $15,000, y a los asiáticos, $25,000.

No paran las deportaciones Durante el primer semestre de este año fueron deportados 1,400  hondureños, 600 salvadoreños, 100 nicaragüenses, 6,450  sudamericanos y 1,900 caribeños. Otros ``coyotes'' constituyen redes locales que contactan a sus víctimas en los pasos fronterizos, después de haber sido deportados, y lo que buscan es reponerse de pérdidas económicas. Estos, a la vez, tienen nexos con bandas internacionales, donde interviene el tráfico a mayor escala, para lo cual utilizan transporte aéreo. Los principales lugares donde opera el tráfico de migrantes en Guatemala  son: Tecún Umán, San Marcos; Coatepeque, Quetzaltenango, La  Libertad y El Naranjo, Petén; La Unión Frontera, La Esperanza y 
 Chequín, todos en la línea fronteriza con México.
 
        El Nuevo Herald / October 5, 1998

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