miércoles, 26 de mayo de 2010

Migración y desarrollo: entre la oportunidad y la desigualdad

Rafael Grande Martín

Centro de Ciencias Humanas y Sociales
Consejo Superior de Investigaciones Científicas
Septiembre de 2008

La preparación de este trabajo se realizó en el Instituto de Economía, Geografía y Demografía del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC en Madrid gracias a una beca de Introducción a la investigación.  Agradezco a Francisco Alburquerque, tutor del proyecto, todos sus comentarios y sugerencias.

Resumen


En el presente estudio se aborda el impacto del la emigración en Guatemala y en concreto en la
posibilidades de desarrollo de este país. Partiendo de las características de las actuales migraciones definidas por el contexto globalizador, se hace un repaso a las particularidades de la migración guatemalteca fundamentalmente dirigida hacia los Estados Unidos. Tras esto, se procede a analizar las causas y las consecuencias de la emigración trabajando entorno al desarrollo y a las desigualdades tanto internas como norte-sur. Por último, se concluye que  realmente la migración genera sobre los países de origen un crecimiento y un aumento del nivel de vida de aquellas familias receptoras de remesas; pero dificulta enormemente la posibilidades de desarrollo contribuyendo al subdesarrollo de esas zonas y a agravar las causas de la emigración. No obstante las remesas presentan un potencial para el desarrollo local si son
usadas debidamente.

Palabras clave: globalización, migraciones globales, desarrollo, desigualdad, remesas.

Key words: globalization, global migrations, development, inequality, remittance.
 
I. Introducción:

migraciones internacionales en una era global Nadie puede negar que hoy en día vivimos en una aldea global; un buen reflejo de ello lo encontramos en los cambios acaecidos en las migraciones internacionales. Los procesos migratorios tienen unos efectos multidimensionales en las sociedades receptoras de inmigrantes –efectos sobre la dinámica demográfica, las políticas públicas, el mercado de trabajo… sobre los cuales hay ingente cantidad de bibliografía e investigaciones–, pero además las oleadas migratorias provocan también importantes repercusiones en los países de origen –perspectiva muchas veces olvidada desde el prisma occidental–. El propósito del presente trabajo es vislumbrar algunas de las principales causas y consecuencias de las migraciones internacionales para los países de origen, intentado dar luz a uno de los principales interrogantes que se formulan entorno al tema de las migraciones globales: ¿estamos ante una oportunidad para los países que expulsan población o por el contrario nos encontramos ante un fenómeno que enfatiza aún más las desigualdades y frena el desarrollo de dichos países?

La era de la globalización

Por globalización entendemos, siguiendo a Giddens, “el hecho de que cada vez es más cierto que vivimos en un solo mundo, de manera que los individuos, grupos y naciones se hacen más interdependientes” (Giddens 2001, 85). La globalización se crea por la conjunción de una serie de factores políticos, sociales, culturales y económicos, que han sido impulsados de forma espectacular por el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación. A este respecto las migraciones, fenómeno unido al ser humano a lo largo de toda su historia, han sufrido un cambio espectacular en las últimas décadas. Desde la II Guerra Mundial las migraciones a escala global se han intensificado de forma notable, pero el momento clave que marca el inició de lo que Stephen Castles y Mark Millar denominan “la era de la migración” lo encontramos a partir de la década de los setenta y el final de la Guerra Fría. Ese es el momento de la explosión de la globalización, que más allá de lo que decíamos antes, puede entenderse también desde entonces, tal como describe Ulrich Beck, como politización en el sentido de “liberarse respecto de los corsés del trabajo y del Estado tal y como ha existido en los siglos XIX y XX”, es por tanto pérdida de soberanía del Estado-nación clásico y la aparición de nuevos actores con los cuales deben entremezclarse los Estados; pero además la globalización para Beck también significa “ausencia de Estado mundial; más concretamente: sociedad mundial sin Estado mundial y sin gobierno mundial” (Beck 1998, 15-32). Pero en esta era de la globalización, paradójicamente, lo local y lo global no se excluyen mutuamente sino que más bien lo local pasa a se un aspecto enfatizado dentro de lo global; por ello sería más acertado emplear el término “glocalización”. Esta idea planteada por R. Robertson (1992), debe estar muy presente a la hora de plantearse cuales son las repercusiones del actual contexto mundial en el desarrollo a nivel local. El fin del comunismo soviético y las modificaciones en la estructura de poder mundial1, un creciente mercado financiero, la liberalización del comercio y los flujos de capitales, el auge de la tecnología de la información y el trasporte, el nacimiento de nuevos movimientos sociales… hicieron que el mundo entero y también los movimientos migratorios sufrieran cambios espectaculares. Así pues, aumentan las posibles influencias que las migraciones ejercen tanto en los países de destino como en los de origen. Esto se debe en primer lugar, al crecimiento cuantitativo de los flujos que suelen representar porcentajes nada insignificantes, lo cual globaliza los impactos tanto en el ámbito mundial como en la escena nacional o local de la zona receptora y emisora. En segundo lugar, porque como ya dijimos, vivimos en una aldea global, a pesar de migrar a miles de kilómetros las interrelaciones –culturales, sociales, económicas y políticas– entre las zonas de origen y de destino son, en la hora actual del mundo, mucho más intensas, lo cual modifica de una manera espectacular las realidades locales. En suma, nos encontramos ante un fenómeno demográfico como el migratorio, que ha existido a lo largo de toda la historia pero que en el momento actual se enfrenta a un contexto novedoso. Lo que se ha dado en llamar ‘migraciones globales’ surge precisamente de ese nuevo contexto y no tanto del volumen que han alcanzado los movimientos. Es a partir de la década de los ’90 cuando confluyen estos cambios en las migraciones internacionales, y por tanto en la actualidad cuando empezamos a vislumbrar sus principales consecuencias.

Características de las migraciones internacionales actuales

Una de las principales pautas que define en nuestros días ese fenómeno migratorio global es su gran diversidad y complejidad. Podemos mencionar una serie de tendencias generales, tal como exponen Stephen Castles y Mark Millar (2004), que caracterizan dicho fenómeno en esta época global. En primer lugar, la propia globalización de la migración, es decir, el hecho de que cada día más regiones y países se ven afectados de forma simultanea por los movimientos migratorios; y que en ellos participan poblaciones muy diferentes tanto por edad, origen económico, social, cultura o étnico. Las migraciones actuales se dirigen a zonas

Los triunfos del libre mercado y la expansión de las ideas de M. Friedman y los ‘Chicago boys’, que llevaron a Francis Fukuyama a hablar no ya del fin de la ideología sino del fin del fin de la propia historia. Idea, esta última, que está lejos de la realidad pero que ilustra muy bien la llegada de un nuevo tiempo muy pobladas y al margen de la existencia de vínculos coloniales. Una segunda tendencia, ya mencionada, sería la aceleración de la migración dado que el volumen actual de los flujos migratorios en todas las regiones se han incrementado enormemente. En tercer lugar, ya no hay sólo una clase de inmigración, como la laboral, refugiado, reunificación familiar o en busca de calidad de vida, sino que hoy por hoy las áreas tanto receptoras como emisoras presentan una gran diversidad de tipos de migraciones. Una cuarta tendencia es la feminización de la migración, las mujeres juegan ahora un papel significativo, aquí lo realmente novedoso es el incremento de la conciencia especifica de las mujeres dentro de las migraciones. Por último, la globalización y el actual volumen de los flujos migratorios (véase Tabla 1 del Anexo) hacen que se produzca una creciente politización de la inmigración. Las migraciones internacionales condicionan las políticas públicas, las relaciones bilaterales y regionales, las políticas de seguridad nacional…

Con lo expuesto hasta aquí queda justificado el interés en analizar más a fondo las consecuencias de los procesos migratorios sobre el desarrollo de los países de origen de los migrantes. El presente trabajo se centra en el caso de Guatemala, país que despierta un especial interés por su explosión demográfica en la segunda mitad del siglo XX, sus altos niveles de pobreza comparada con otros países latinoamericanos, su importante comunidad indígena, la constante inestabilidad política… y sobre todo la importante emigración hacia los Estados Unidos que ha sufrido en las últimas décadas. Analizar el fenómeno migratorio guatemalteco de forma exhaustiva requiere un trabajo extenso que supera las posibilidades de este texto. Por ello, el presente trabajo pretende dar una aproximación e introducir el debate de las migraciones y el desarrollo, utilizando para ello una revisión de datos y fuentes secundarias. Tras esta breve introducción sobre el actual contexto globalizador y las características de las migraciones globales; un segundo apartado versa sobre las características concretas de la migración en América Latina y en concreto en Guatemala. En el tercer apartado se abordan cuales son las causas de esa importante expulsión de población hacía los países desarrollados, destacando la falta de oportunidades y las importantes desigualdades norte-sur. Por último se hace una revisión de las principales consecuencias de la emigración y sobre todo del impacto de las remesas para las comunidades locales. El texto termina con una pequeña conclusión, más personal, entorno a la migración y el desarrollo.



II. La migración internacional en el caso de Guatemala
América Latina: de área de acogida a zona de emigración América Latina ha experimentado de manera muy clara esos cambios en las migraciones internacionales. La región históricamente de atracción migratoria, ha pasado en las últimas décadas a ser una fuente de emigración. Desde finales de los ’80 se han intensificado las migraciones siendo Estados Unidos el principal destino, pero también una importante expansión de los flujos hacia Europa –en especial hacia España–. Según datos de la CELADE actualmente más de 26 millones de latinoamericanos y caribeños viven fuera de su país de nacimiento. Por tanto, desde la perspectiva demográfica las migraciones de los últimos tiempos han supuesto que la región pase a ser, en términos generales, expulsora neta de población. Por otro lado, se ha dado una relativa estabilización de las migraciones intrarregionales, que muchas veces son de retorno tras el fin de las grandes inestabilidades sociopolíticas que predominaron en las décadas de los ’70 y ’802, y han aparecido otras migraciones más novedosas y dinámicas que se adaptan a los nuevos modelos de estructuración territorial de las economías y a los mecanismos de flexibilización laboral (Chackiel 2004). Dentro de las características de las migraciones latinoamericanas en la era de la globalización, cabe mencionar al menos dos que son de especial relevancia cuando, como aquí, abordamos el tema del desarrollo. En primer lugar, estaría la importancia que han cobrado en la actualidad las remesas a raíz del desarrollo tecnológico y financiero. Aunque de este tema nos ocuparemos de forma extensa más adelante, cabe destacar aquí el peso que las remesas tienen a nivel global en la región. Las remesas enviadas por los emigrantes latinoamericanos fueron en 1992 de 7.252 millones de dólares, una década después ya sumaban 23.000 millones, y en 2007 la cifra ascendía hasta 63.682 millones3, representando porcentajes muy significativos del PIB y de la balanza comercial. Dada su magnitud – y el crecimiento espectacular de las cifras– es entendible que sea entorno a las remesas donde se centre el debate sobre las posibilidades de desarrollo a raíz de la migración. En segundo lugar, la importancia que han cobrado las mujeres dentro de los flujos migratorios y las repercusiones que ello puede tener en el desarrollo local de las zonas de origen. El papel de la mujer vital en dos aspectos: por un lado, la mujer que directamente emigra al extranjero, lo cual ha alcanzado una magnitud ineludiblemente reseñable en los últimos años; y por otro, las mujeres que, como consecuencia de la emigración de sus maridos, toman las riendas de sus hogares y administran en muchos casos esas remesas que envían los migrantes.

El caso de la migración internacional guatemalteca

Tras haber sido receptora de migración desde la época colonial, Guatemala se mantuvo relativamente al margen de las corrientes de inmigración que durante la posguerra mundial se orientaron hacia Latinoamérica y en la actualidad los extranjeros empadronados en el país apenas alcanzan el 0,6% (Rivandeneira 2001). La emigración al contrario ha ido en aumento desde entonces. Sin embargo, debemos tener en cuenta que la realidad de las migraciones en Centroamérica, y en concreto en Guatemala, es compleja dado que “es a un tiempo emisor de población, receptor y de tránsito de emigrantes, y ha contado con periodos amplios de inestabilidad y de conflicto social durante los años sesenta, ochenta y parte de los noventa” (Egea Jiménez 2008, 62). Lejos de alcanzar una estabilidad tras el fin del conflicto político – del cual aún quedan numerosas huellas–, los últimos años presentan una realidad muy dinámica como resultado de la confluencia del fenómeno glocalizador. En este sentido, las migraciones no han dejado de ser causa y consecuencia, y la mejor expresión de los cambios que actualmente esta sufriendo el país. Dardón resume muy bien cual es el contexto en el que se mueve el actual proceso migratorio en Guatemala cuando afirma que “la dinámica de los cambios ha sido impulsada desde el entorno internacional por el proceso globalizador en su modalidad neoliberal y desde el país, por el proceso de guerra interna con carácter no internacional como expresión estructural contestataria a un estado autoritario y excluyente” (Dardón 2008, 22). Otro factor, que no podemos omitir a la hora de esbozar el contexto en el que se dan las migraciones internacionales en Guatemala, es la importancia que en el país centroamericano tienen los factores climatológicos y naturales. El país se ha visto afectado por numerosas catástrofes naturales que han marcado el desarrollo de la región, el mejor ejemplo es que aún no se ha recuperado del impacto que supuso la tormenta tropical Stan en octubre de 2005, que afecto –como casi siempre– sobre todo a las zonas rurales y a la población más desfavorecidas, dejando en muchos caso como única salida la emigración. Una vez situado el contexto moderno en el que se desarrolla el fenómeno migratorio, y en aras de la simplificación, podemos decir que se han dado principalmente dos corrientes migratorias desde Guatemala: Por un lado, la emigración hacia el istmo centro americano, especialmente hacia México. En este caso los emigrantes desde los años ‘70 son en su mayoría refugiados, desplazados internos y retornados; pero también se da una importante migración laboral. En 1990 había unos 46.000 guatemaltecos en México, una década después la cifra había descendido hasta 30.000, como resultado del retorno de los grupos de refugiados una vez que se había alcanzado la estabilidad política en Guatemala.

Una parte importante de esos desplazamientos hacia México son temporales, concentrándose la mayoría en la zona fronteriza entre ambos países y destinados a las campañas agrícolas del estado de Chiapas; si bien estás migraciones están disminuyendo actualmente. En los últimos tiempos se ha dado un auge de la migración en tránsito por México y Belice con destino a Estados Unidos, en su mayoría son hombres jóvenes e indocumentados que sufren enormes riesgos en su trayecto. La otra corriente migratoria es la que se dirige hacia Norteamérica, casi exclusivamente hacia Estados Unidos. La emigración hacia este país ha tenido un auge espectacular desde los años ’80. Tan sólo en esa década se pasó de unos 63.000 guatemaltecos registrados en los censos estadounidenses en 1980, a unos 226.000 en 1990; diez años después ya había más de medio millón de guatemaltecos viviendo en EE.UU. Según datos de la IOM, en 2007 había alrededor de 1.230.000 inmigrantes guatemaltecos en Estados Unidos, lo que representa el 97,7% del total de emigrantes del país centroamericano. El tipo de migración que se dirige a Estados Unidos es básicamente laboral, no planteándose en la mayoría de los casos la idea de instalarse en el país de manera definitiva sino más bien una estancia temporal hasta conseguir el dinero que se necesita. Sin embargo, debemos dejar claro que la corriente migratoria a Estados Unidos es relativamente reciente –como indican los datos que acabos de ofrecer–, y reúne en su mayoría a personas jóvenes, muchas de los cuales viajaron “sin papeles” y sufren el miedo de la repatriación, lo cual no nos permite prever el tiempo de permanencia. En los datos de la encuesta de la IOM, se observa una concentración de la comunidad guatemalteca en Estados Unidos principalmente en el estado de California (35,9% del total de emigrantes guatemaltecos), y en menor medida en New York (10,7%) y Florida (9,1) (véase Tabla 2 del Anexo). En suma, la emigración internacional desde Guatemala se ha incrementado de manera sorprendente desde los años ’80 y más aún en la última década, teniendo como principal destino los Estados Unidos. El saldo migratorio guatemalteco ha pasado de ser prácticamente cero a mediados del pasado siglo XX, a ser a de -7,44 a principios del XXI. Pero a pesar de que no haber dejado de aumentar el número de guatemaltecos que viven en el extranjero, que en 2007 alcanzó la cifra de 1.482.247 lo que representa algo más del 11% de la población del país, en los últimos años se ha notado un descenso en la salida de emigrantes (véase Gráfico 2 del Anéxo). Sin bien hay quienes han visto en esto un signo de que el país está mejorando en el plano económico y la estabilización política, lo cierto es que sería más acertado un análisis como el de Egea Jiménez (2008) cuando afirma que ese descenso de la salida de emigrantes hacia Estado Unidos puede estar más relacionado con las políticas restrictivas en la entrada de esas personas, que con esa supuesta mejora, ya que, como veremos, parece claro que la desigualdad y la falta de oportunidades sigue siendo el principal motivo por el que se emigra. En relación al género, las migraciones actuales han supuesto un cambio dado que cada vez son más mujeres las que emprende la alternativa de la emigración. Sin embargo el número de mujeres representa sólo un tercio del total de emigrantes –el 28% del total de emigrantes en 2007– (véase Gráfico 3 del Anexo); aún así supone un factor muy importante a la hora de entender las interrelaciones culturales en el lugar de destino y la llegada de nuevas ideas a una sociedad guatemalteca históricamente machista. También es importante señalar que un número importante de indígenas han emprendido el camino de la emigración.



III. Los motivos de la emigración:
una realidad desigual Si nos asomamos más en profundidad a los factores que conducen a la emigración es preciso analizar la situación socioeconómica, demográfica y cultural del país de origen. En este sentido, se hace necesaria la utilización de una nueva visión del concepto de desarrollo. Alburquerque (2004) plantea la idea de desarrollo unida al territorio e incorpora a los clásicos capital económico y financiero las diferentes dimensiones del capital humano, el capital social e institucional y el capital natural (véase Gráfico 4 del Anexo). Esto nos lleva a adoptar una visión crítica de los análisis exclusivamente económicos –e incluso sólo macroeconómicos– que intentan analizar en numerosas ocasiones la situación de un país o región, y que son muchas veces utilizados en los informes sobre migración. Con esta pequeña definición pretendemos dejar claro que crecimiento no es lo mismo que desarrollo.

Es importante no olvidar esto a la hora de acercarnos a los motivos por los que ciertos países se han convertido en los últimos tiempos en expulsores de población. Las migraciones globales, de las que hemos venido hablando, plantean también una nueva serie de factores explicativos, que complementan a los factores comunes de las migraciones históricas. A este respecto Atienza Azcona (2005) hace un repaso a los factores clásicos y a los propios de la actual etapa migratoria:

• En primer lugar, las migraciones han coincidido a lo largo de la historia con periodos de estancamiento o crisis en las zonas de origen y con las perspectivas de mejor en otro lugar donde existe espacio en los mercados de trabajo y/o en las tierras para recibir a nuevos pobladores. En la actualidad, como dijimos, se ha dado una aceleración de estos procesos y la posibilidad de que los procesos migratorios sean mucho más inmediatos como respuesta a situaciones de crisis; esto se vio de manera muy clara en Guatemala con los efectos de la tormenta tropical Stan en 2005 que no sólo aumento la salida de población sino que también frenó el retorno de muchos otros guatemaltecos ya asentados en Estados Unidos. Además, hoy por hoy, las causas de las crisis tanto en los países de origen como de destino atienden a factores globales, lo cual trae como consecuencia una mayor vulnerabilidad.

• Un segundo bloque de factores son los relacionados con la situación política. Históricamente se podían dar migraciones por la existencia de conflictos e inestabilidad política en el lugar de origen, en cambio actualmente los procesos migratorios atienden más a una decepción política. En numerosos países en desarrollo se vive una situación de desencanto respecto a los esperanzadores procesos políticos que surgieron a finales del siglo XX; en el caso de Guatemala la llegada de una democracia más o menos consolidada, por ejemplo, no ha supuesto la creación de unos mínimos servicios públicos que atendieran las necesidades de la población, especialmente en el ámbito rural. Por otro lado, las políticas que los países receptores implementan respecto a la inmigración se han ido trasformando en los últimos años en un “cierre de fronteras” –la directiva europea de inmigración aprobada en 2008 o las restricciones puestas por EE.UU. en la frontera con México–. Que las políticas de los países de destino sean más severas añade a la migración un factor de riesgo y de marginalidad, y abre un espacio muy importante a las mafias que llevan a los migrantes a sus destinos a cambio de grandes sumas de dinero. La emigración guatemalteca se está viendo muy afectado por los “coyotes” o “poyeros” que se ofrecen para trasportar a lo largo de México y hasta los Estados Unidos a los emigrantes, incrementando el precio en el mismo sentido que lo hacen los controles.

• Por último estaría la importancia que tienen las redes sociales en las migraciones. La migración ha tenido de manera histórica un componente nacional, que hacía que los flujos fueran hacia destinos concretos en los que los primeros en llegar van “abriendo camino” ante la posterior llegada de los otros connacionales. Esta característica sigue dándose hoy en día como demuestra los flujos de Guatemala hacía los Estados Unidos y en concreto hacía determinados estados donde se han formado verdaderas comunidades guatemaltecas. “Todos forman parte de una cadena a la que se van uniendo nuevos eslabones, siendo precisamente la consolidación de esta cadena un acicate para empezar a «diseñar» el proyecto migratorio” (Egea Jiménez 2008, 75). No obstante, los cambios de los últimos tiempos y en concreto el desarrollo de las comunicaciones, las posibilidades de interrelacionarse a distancia, la facilidad de desplazarse… han multiplicado esas posibilidades percibidas de emigrar. El proyecto de emigrar se suele ver reforzado por el papel jugado por los medios de comunicación globales a los cuales ahora se tiene más fácil acceso. Por otro lado, se produce un efecto “demostración de éxito” de los emigrantes en el lugar de origen, que difunden estilos de vida y pautas de consumo de los países desarrollados, que gracias al fenómeno globalizador y a la facilidad de mantener el vínculo entre el emigrante y su comunidad de origen, alteran de manera muy clara la cotidianidad de las comunidades de origen. Algunos autores han denominado a este proceso que favorece, como si de un círculo vicioso se tratase, la emigración universalización de las aspiraciones (Pellegrino 2003).

El desequilibrio demográfico

En el caso de Guatemala, como en la mayoría de las sociedades –tanto desarrolladas como en vías de desarrollo o subdesarrolladas–, las pautas demográficas juegan un papel fundamental para entender las posibilidades del desarrollo unido al territorio y la implementación de políticas públicas. Desde mediados del siglo XX los comportamientos demográficos empezaron a adoptar pautas modernas, si bien la transición se está dando de una manera mucho más rápida de lo que fue en Europa, se debe en parte a factores exógenos y es una transición a medias pues no se prevé alcanzar unas tasas tan bajas como las de las sociedades occidentales; con todos los problemas que de estos tres aspectos se derivan. Guatemala, se encuentra actualmente en una etapa moderada de la transición demográfica5, a diferencia de la mayoría de países latinoamericanos que ya están en fases más avanzadas. Esto significa que la tasa de natalidad es alta –de 35,8 por mil entre 2000 y 2005– y la tasa de mortalidad moderada –de 6,1 por mil entre 2000 y 2005–. Como se observa en el Gráfico 1, las consecuencias de estas pautas es que se ha producido una presión demográfica (debido al alto crecimiento de la población a lo largo de toda la segunda mitad del siglo XX, que ha llevado a Guatemala a tener en 2007 unos 13. 354.000 habitantes cuando en 1950 su población rondaba los 3.150.000) que no ha podido ser respondida ni por el crecimiento económico del país, ni por el Estado que carece de la estructura necesaria para dar una cobertura social mínima. El resultado ha sido que la emigración, como se observa en los datos del saldo migratorio que aparecen en el gráfico, ha moderado la tasa de crecimiento real que aún así sigue siendo espectacular. Las estimaciones de la CEPAL auguran una disminución aún mayor del saldo migratorio paralela a ese avance de la transición demográfica y al descenso del crecimiento natural de la población.

La Teoría de la Transición Demográfica define el paso de una situación estacionaria a otra: de una situación de pretransición con una mortalidad y una fecundidad altas a otra de postransición con una mortalidad y una fecundidad bajas; durante este proceso la caída de la mortalidad es previa a la de la fecundidad: y esto ha pasado en todos los países. Esto se dio en Europa desde 1790 hasta 1985, que es donde se basa la teoría por lo que se le critica su elevado eurocentrismo. Se ha llegado a la conclusión que cuanto más tarde se inicia la transición más rápida es, y dura menos tiempo: en Europa duró dos siglos pero los demás países la están haciendo más rápido, unas cinco o seis veces más rápido.


Pero ese no es el único desequilibrio demográfico que afecta a Guatemala. Los comportamientos demográficos varían según el origen territorial, origen étnico, el nivel educativo, nivel de renta… reproduciendo en muchos casos las numerosas y abismales desigualdades que existen en el país. La población guatemalteca es mayoritariamente rural, y sólo entorno al 45% de la población vive en áreas urbanas. Este alto índice de ruralidad va muy unido a una de las características más particulares de Guatemala: la importancia del colectivo indígena (el 40% de los habitantes son indígenas, principalmente mayas, y más del 55% ladinos –mestizos y criollos–). Los comportamientos demográficos de esta población indígena, que habita en su mayoría en el ámbito rural y que tiene de media un nivel educativo menor al de la población ladina, se caracteriza a grandes rasgos por tener unas tasas de natalidad y mortalidad más altas. Además, como afirma Dardón (2008), son las regiones de mayoría indígena, con una alta concentración de población y un asentamiento mayoritariamente rural las que reportan los niveles más bajos en los índices de desarrollo humano y pobreza. También se dan unas mayores tasas de fertilidad en la población con menores ingresos –lo que normalmente va unido a un nivel educativo más bajo– tanto en el ámbito rural como urbano. En suma, las explosiones demográficas afectan de forma asimétrica a las diferentes clases sociales y colectivos perpetuando la desigual distribución de la renta dado que aumenta el número de miembros dependientes en las familias de renta más baja más intensamente que en el resto de familias. Además ese rápido crecimiento demográfico ha hecho que haya una abundante mano de obra, lo cual deriva en un menor crecimiento de su remuneración y un mayor número de parados, haciendo más difícil que se produzcan cambios distributivos favorables a las rentas bajas (Milanovic y Muñoz de Bustillo, 2008). Por tanto, esa mayor presión demográfica y esos niveles de pobreza hacen que se conviertan en una zona potencialmente propensa para la emigración6, reproduciendo las desigualdades estructurales internas. El contexto por el que ha atravesado el país tampoco ha sido favorable, a la par de ese enorme crecimiento demográfico se ha dado a lo largo de la segunda mitad del siglo XX un importante conflicto político y tras él, en los últimos tiempos, se ha instaurado una sistema político débil y una economía inmersa en el tejido globalizador. La oligarquía guatemalteca ha adaptado el clásico modelo exportador, que se caracterizaba por la apropiación y uso extensivo de los recursos naturales, una baja inversión en capital fijo, una balanza comercial negativa… a los requerimientos del sistema neoliberal de cuyo mejor ejemplo es la actual vocación maquiladora7, la precariedad laboral y el crecimiento del sector terciario en su mayoría dependiente de las importaciones. Todo ello, no hace más que dificultar la salida de esa situación de pobreza que viven las clases bajas, en su mayoría indígenas. Podemos concluir que existe un doble desequilibrio demográfico. Por un lado, como menciona Abad Márquez (2000) un desequilibrio entre los países desarrollados que están en plena implosión demográfica y la mayor parte de las regiones en desarrollo o subdesarrolladas que, como Guatemala, pasan por un a fase de explosión demográfica. Por otro lado, están las desigualdades internas que hacen que dentro de la propia Guatemala haya ciertas poblaciones –los más desfavorecidos, indígenas, el mundo rural…– que por su comportamiento demográfico auto-ejercen una importante presión demográfica que les perjudica de cara a intentar alcanzar una mejor distribución de la renta. Ambos desequilibrios, junto con una situación político-económica desfavorable para el desarrollo real de la región derivada del contexto mundial, conducen a una creciente presión migratoria.

Se ha dado en los últimos tiempos una importante migración de los indígenas –y en general de la zona rural– no sólo hacia el extranjero sino también internamente hacia las zonas urbanas como consecuencia de la falta de oportunidades en el entorno rural, de lo cual trataremos en el apartado siguiente. En Guatemala hay al menos 250 maquilas que confeccionan prendas de vestir, en ellas trabajan los sectores más desfavorecidos de la sociedad (sobre todo mujeres) sometidos a condiciones de semi-explotación y a la continua violación de los derechos sindicales. Para más información consultar el informe de SOLIDAR (2007): Trabajando en las maquilas. El caso de Guatemala y Nicaragua.

La falta de oportunidades para el desarrollo y la atracción de la migración

Si se examinan cuales son los motivos que en última instancia, y en gran medida los motivos auto-percibidos, que impulsan al emigrante a emprender el viaje hacia el extranjero encontramos que es la falta de oportunidades para crear un modelo de desarrollo realmente viable lo que impulsa a una parte de los guatemaltecos a dejar su país y su familia e ir en busca de trabajo al extranjero. El Índice de Desarrollo Humano (IDH)8 nos da una pequeña aproximación de esa falta de oportunidades. En 2007 el IDH de Guatemala era de 0,689 lo cual coloca al país dentro de lo que el PNUD considera países con un desarrollo humano medio, si bien es uno de los valores más bajos de todos los países latinoamericanos. Al analizarlo por departamentos quedan de manifiesto las grandes desigualdades, al observarse que el nivel del IDH del departamento de Guatemala está claramente por encima de los demás. Pero también, como admiten los propios informes del PNUD (1998), se dan grandes desigualdades dentro de los propios departamentos y de los municipios, especialmente en el de Guatemala. El estudio de Dardón (2008) muestra las diferencias en el IDH entre los municipios casi en su totalidad indígenas y municipios donde predominan los ladinos que reportan valores más altos, si bien la tendencia en la última década es a reducir la brecha. Por últimos, debemos mencionar que aunque hay diferencias en todas las variables que conforman el IDH, las mayores se observan en los ingresos seguidas de las educativas. Aún más esclarecedores son los datos del Índice de Exclusión al Desarrollo Social (IEDS)9, que mide el grado en que se limitan las oportunidades de vivir una vida digna. Este índice de nuevo muestra la existencia de un sector importante la población que vive en condiciones de exclusión al desarrollo social, entre 1995 y 1996 (recordemos que en esta época comienza el gran flujo de emigrantes hacia Estados Unidos) había casi un tercio de la población de la República de Guatemala que vivía en esta situación (un 27,16%). El departamento de Guatemala sigue teniendo condiciones de vida más favorables, según los datos de 1995-1996 una décima parte de la población se hallaba excluida del desarrollo social en el departamento de Guatemala en contraste con diez departamentos donde era la tercera parte o más de la población, generalmente aquellos departamentos donde hay una mayoría indígena. Ambos índices nos sirven para concluir que en los últimos tiempos Guatemala ha seguido registrando unos altos índices de desigualdad, exclusión y un escaso avance en el desarrollo social, lo cual favoreció la alternativa de la emigración bien en busca de un ascenso social o bien para solucionar problemas económicos.


Gráfico 2. Distribución porcentual de población residente en el exterior diferenciada por género según causas de emigración internacional.


Si nos remitimos a los datos recogidos a través de encuestas o entrevistas a los propios protagonistas del fenómeno migratorio –tanto emigrantes como familiares– encontramos que la principal causa por la que se decide salir del país es esa falta de oportunidades y las necesidades económicas que de ella se derivan. La emigración se presenta como una fórmula de obtener beneficios, dada la diferencia entre lo que se puede ganar en el país de acogida comparado con lo que se gana en el lugar de origen. Como demuestra el estudio cualitativo de Egea Jiménez (2008), en realidad no son grandes proyectos los que se esconden en la idea de ganar más dinero sino sencillamente se busca cubrir necesidades básicas como el alimento, mejorar la vivienda familiar, la inversión en la mejora de los cultivos, remontar la crisis de un negocio… En el caso de la población rural e indígena los motivos económicos y sociales están muy relacionados con su asentamiento geográfico: localización en zonas expuestas a acontecimientos naturales de fuerte impacto, condiciones de marginación que implican situaciones de pobreza, dificultad para mantener los métodos tradicionales de subsistencia y desarrollo… Si nos remitimos a los datos de la Encuesta sobre Remesas 2007 que se muestran en el Gráfico 2, vemos como la inmensa mayoría de los emigrantes ponen como causa de la  migración la falta de empleo y la necesidad de mejorar las condiciones económicas (el 48.4% y el 37.7%, respectivamente), y en menor proporción la construcción o compra de una vivienda (5.3%). En el caso de las mujeres hay un 6,1% que tienen como causa del viaje la reunificación familiar, motivo que sólo mueve al 2,1% de los hombres, que habitualmente son los primeros en migrar. A esa falta de oportunidades se une otro elemento igualmente importante a la hora de emigrar: “la construcción de un cierto ambiente de emigración” tal como lo denomina Egea Jiménez (2008). Por un lado, está el efecto de demostración de éxito por parte de los emigrantes retornados o por las noticias de los propios familiares y conocidos que viven en el extranjero y que envían remesas. Las diferencias en el lugar de origen se ponen de manifiesto rápidamente ya que, como veremos, la mayoría del montante de las remesas se gasta en consumo; así la construcción de una vivienda, la compra de un coche y sobre todo una mejor provisión de bienes básicos como la alimentación y el vestido, hacen que el éxito sea muy visible. Por otro lado está la imagen creada desde los medios de comunicación de masas – cadenas de televisión extranjeras, Internet…– sobre el país de destinos que es descrito en numerosas ocasiones como el dorado. La cultura occidental, en el caso de Guatemala de la estadounidense, muchas veces introducida por los propios emigrantes es otro factor que altera la cotidianidad y favorece la creación de ese ambiente de emigración. En este ambiente se suele omitir las dificultades que se pasan para llegar a los Estados Unidos –muchos no llegan o tienen que intentarlo varias veces con el dinero que eso supone–, las condiciones de vida allí, la explotación en el trabajo… Es necesario por tanto ver este ambiente migratorio desde una visión crítica como hace Egea Jiménez:

“Lo que está claro es que este ambiente migratorio es un arma de doble filo por fomentar expectativas que no están al alcance de todos los emigrantes, ya que ni todos cuentan con unos recursos de partida apropiados ni con un contexto donde sea posible la acomodación; si bien estos son empujados por necesidades objetivas, también son atraídos por los interés de grupos estadounidenses como los agricultores”. (Egea Jiménez 2008, 71)

Podemos concluir que se da un modelo push and pull (expulsión-atracción) según el cual la migración tiene como causa la situación de desigualdad, la falta de oportunidades para el desarrollo y en definitiva el atraso general de las áreas emisoras; lo cual se ve reforzado por la creación de polos de atracción como es el caso de Estados Unidos y el papel que juegan los familiares –en origen y en destino– y las redes sociales.

Caminando hacia el norte:
brecha norte-sur Pero a pesar de todos esos nuevos-viejos factores explicativos de la migración el trasfondo que nos lleva a entender el auge de los flujos de los países del sur hacía el norte es el incremento de las desigualdades ya no solo interna sino entre los países emisores y receptores de población. Así lo refleja por ejemplo Abad Márquez:


“Lo que diferencia el actual momento histórico de otros precedentes no es la distancia entre los países receptores y emisores, sino la profundidad creciente de la brecha que los separa, el volumen creciente y la distribución crecientemente asimétrica de la población afectada, la penetración hasta en los últimos rincones del planeta de los valores que legitiman el logro individual y la movilidad social, la creciente eficiencia y accesibilidad de los medios de trasporte que facilitan cada día más la movilidad geográfica de las personas. Es la acción concertada de todos estos hechos lo que dibuja un escenario de potencial migratorio internacional” (Abad Márquez, 2000: 58).

En el contexto actual definido por la globalización, tal como mencionamos al inicio de este trabajo, ha contribuido a aumentar las diferencias siempre existentes entre los países desarrollados y los países en vías de desarrollo y subdesarrollados. Desde los años ochenta se ha venido dando una pérdida de poder de los países del sur –entendido como la capacidad para incidir en la política internacional, desde unos criterios concebidos desde el propio sur– y un doble proceso de globalización y regionalización de la economía mundial, que han acabado derivando en exclusión de los países no desarrollados (Gómez Galán 1994). El empobrecimiento por desempleo, subempleo y recensión son las tendencias que han predominado en los países latinoamericanos en los últimos tiempos, donde se ha producido una disminución de los puesto de trabajo en el sector público y en las empresas privadas, y han aumentado en el sector informal (Gil Araújo 2005). Además, junto a esa precarización del trabajo se ha hecho un recorte de los gastos sociales. El efecto de la deuda externa, y a este respecto debemos prestar atención a las políticas neoliberales llevadas en los últimos tiempos por el BM y el FMI, son un factor clave para entender ese empobrecimiento relativo de las economías de los países en desarrollo. Otro aspecto importante es el incremento de la desigualdad entre el norte y el sur; según los datos del Banco Mundial10 el ingreso promedio de los 20 países más ricos es 37 veces mayor que el de las 20 naciones más pobres, esta brecha se ha duplicado en los últimos cuarenta años. Por último, queda pendiente un análisis dentro de estas relaciones norte-sur de la situación de los países occidentales que parece han llegado a cubrir la oferta de empleo, y se plantean políticas cada vez más restrictivas frente al fenómeno migratorio. A este respecto conviene recoger la siguiente idea de Abad Márquez:

“mientras la brecha siga ensanchándose, los medios de comunicación y trasporte implantándose y la cultura de consumo y el éxito difundiéndose, ningún control sobre fronteras podrá impedir la migración” (Abad Márquez 2000, 61). Podemos concluir que es esta desigualdad norte-sur el desencadenante de todos esos otros factores que hemos venido examinando y que favorecen la oleada migratoria hacia el primer mundo. Hay que entender que esto no es consecuencia de la globalización, más bien la globalización se ha convertido en una fuente de oportunidades y una multiplicadora de amenazas respecto a las migraciones.


IV. El impacto de la migración:

¿oportunidad para el desarrollo? Nos proponemos ahora entrar a analizar el impacto que está causando la migración en la propia Guatemala. Las repercusiones que tiene el fenómeno migratorio han ocupado gran parte de los estudios que se han realizado sobre el tema. El debate a girado entorno a dos visiones antagónicas del impacto de la emigración y sobre todo de su efecto más directo, las remesas. Por un lado, está la postura pesimista que parte de una posición estructuralista y conflictivista que mantiene que la migración es negativa para los países de origen y que aleja a estos del desarrollo. En el otro lado de la moneda está la visión optimista, de cierto carácter funcionalista, que presenta el fenómeno migratorio como una oportunidad para aumentar el nivel de vida, reducir la pobreza… y en definitiva desarrollar las regiones expulsoras de población. Durante los años ’80 la visión negativa parecía tener más peso, pero desde los años ’90 cobró fuerza una perspectiva revisionista que defendía la posición más positiva. Tras un periodo de intensos debates, parece que en los últimos tiempos se impone la perspectiva optimista muchas veces impulsada desde los propios gobiernos y los organismos internacionales. Conforme a la aportación de J. Durand (2006) debemos afirmar que más allá de ese debate lo realmente cierto es que el impacto de la migración depende del momento, la oportunidad y las condiciones del lugar. Por ello considero necesario analizar el impacto que está teniendo la emigración actualmente en Guatemala revisando los argumentos que han sido utilizados tanto por optimistas como por pesimistas, manteniendo siempre una visión crítica. Se suele ver en las remesas el efecto más directo de la migración. De los 1.482.247 de guatemaltecos que viven en el extranjero un 84.8% –esto es 1.257.645 personas– envía remesas hacia su lugar de origen, principalmente a sus familias por lo que se suele hablar de remesas familiares. De estos remitentes de remesas, un 74,2% está constituido por hombres y un 25.8%, por mujeres.

Como se observa en el Gráfico 2 el dinero que entra en Guatemala en concepto de remesas se ha multiplicado en los últimos años, en paralelo al número de emigrantes, llegando a superar los 4.000 millones de dólares en 2007, casi en su totalidad provenientes de Estados Unidos. En este sentido el impacto sobre el PIB y las exportaciones totales son más que reveladores. Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo el montante de remesas representó en 1994 el 2,4% del PIB de Guatemala y se estima que en 2007 representaban ya el 11,1%. De la misma manera en 1994 las remesas representaban el 18% del total de las exportaciones, doce años después representaba más del 95% (véase Gráfico 5 del Anexo). El incremento de las remesas también ha sido especialmente significativo en las comunidades indígenas, según datos del PNUD en 2006 llegaron a las comunidades indígenas de Guatemala unos 752 millones de dólares en concepto de remesas familiares. En definitiva, a la vista de los datos parece que no es baladí que el debate sobre el impacto de la emigración haya girado y deba girar –sin olvidar otros aspectos– entorno a la entrada de remesas.


Gráfico 3. Remesas a Guatemala, 2001-2007




El impacto económico de las remesas

Desde el punto de vista macroeconómico la llegada de remesas se convierte en una oportunidad para mejorar el panorama económico del país. La entrada masiva de remesas, tal como se está dando en los últimos tiempos, tiene un efecto muy positivo sobre la balanza de pagos, ya que la llegada de divisas supone un atractivo para posibles inversiones nacionales y/o extranjeras. La ventaja de estas transferencias de tipo familiar o afectivo, es que en comparación con los flujos privados no implican una contrapartida. Pero además son unos flujos mucho más estables y menos procíclicos que el resto de flujos financieros que llegan a los países en desarrollo; la relevancia de ello es que permite suavizar el consumo de los hogares, especialmente en tiempos de recesiones económicas (Casadevall, 2006). Pero como señala Dardón (2008) el incremento en la llegada de remesas ha provocado que a la par se produzca un aumento de las importaciones (con base en el consumo de bienes y combustibles). Así la emigración ha supuesto un cambio en el modelo exportador –basado en productos como el café siempre dependientes de los precios internacionales– que primaba en Guatemala, dado que actualmente el ingreso de divisas por remesas es superior al de las exportaciones.
La tendencia de crecimiento bruto y el crecimiento del PIB hace que las autoridades bancarias y financieras del país se muestren más que optimistas. Gran parte de ese crecimiento se debe a la entrada de remesas que, como se dijo, han ido incrementando su representación en el PIB hasta alcanzar algo más del 11%. Por otra parte la inyección de dinero que suponen las remesas hace que haya más dinero líquido en las economías familiares fomentando el consumo y la inversión, generando por tanto un efecto favorable al crecimiento del PIB. En el caso de Guatemala las distintas instituciones intentan formalizar esa inyección de dinero para fomentar la inversión, generar un efecto multiplicador en la economía y ofrecer unas expectativas de crecimiento entre la población. Pero si bien el promedio de crecimiento del PIB es positivo, la composición del mismo muestra una tendencia sostenida durante los últimos quince años a favor del sector terciario y de servicios (en parte por el consumo derivado de las remesas), y una disminución de los sectores productivos. En otras palabras, el crecimiento del porcentaje de las remesas en el PIB y en las exportaciones totales es inversamente proporcional al crecimiento del sector productivo del PIB. Para ilustrar esto se pude recurrir al declive de la producción agrícola, en concreto la de café, que ocupaba un lugar importante en la economía nacional y generaba la mayor parte de puestos de trabajo al año.
 
En suma, es cierto que gracias al envío de dinero por parte de los emigrantes la economía guatemalteca esta en pleno crecimiento, pero crecimiento no es desarrollo. El país lejos de estar desarrollándose es cada vez más dependiente de esa llegada de divisas y produce menos en términos reales. En gran medida porque para una familia clase media-baja sale mucho más rentable a corto plazo mandar a un familiar a los Estados Unidos que trabajar o invertir en la propia Guatemala. La cuestión parece ahora que depende de en que se gastan las remesas, ¿sólo se consumen o también se invierten? Uno de los principales argumento que sostienen aquellos que defienden que la emigración supone una oportunidad para el país de origen es que las remesas generan una importante inversión y un efecto multiplicador en la economía local. Siguiendo la tipología propuesta por Durand (2006) debemos hablar de tres tipos de remesas básicas:
 
• La remesa salario que son aquellas que se gastan en lo que se gastaría normalmente una nómina; esto es, en bienes de primera necesidad (alimento, vestido, vivienda… y sustento en general).
 
• Las remesa inversión se destina a adquirir bienes de consumo duradero (un terreno, una casa, un coche…). Aquí también estarían las inversiones sociales en salud y educación, que al igual que los bienes de consumo duraderos pueden dar fruto en el futuro si se utilizan debidamente. • Por último, la remesa capital que implica un ahorro considerable de dinero que se invierte en algún tipo de negocio, actividad productiva, cuenta bancaria que rinda intereses o cualquier actividad que reporte beneficio económico.
 
 

Según los datos de la Encuesta sobre Remesas 2007 de la IOM, tal como se observa en la Tabla 1, la mayoría del dinero proveniente de las remesas (50,5%) se gasta en consumo de productos de primera necesidad11 y tan sólo un 11,7 % supone un verdadero ahorro o inversión productiva. Estos datos, similares a los de muchos países, lleva a los autores defensores de una postura pesimista a afirmar que realmente las remesas se gastan pero no se invierten, lo cual se traduce en un aumento de las desigualdades:


“Las remesas de dinero se gastan en vez de invertirse, contribuyendo a la diferenciación social y económica, la inflación de los precios de la tierra y la concentración de ésta en manos de los inmigrantes adinerados, la escasez de mano de obra local y en general, una disminución de lo producido en el pueblo”. (Binford 2002: 124).

Aún siendo esto cierto, no lo es menos que las remesas están permitiendo un importante aumento del nivel de vida para las familias receptoras de las divisas a través de ese consumo. Además las remesas contribuyen al crecimiento a través de la relajación de las restricciones de crédito e inyectando liquidez en las economías locales, según la visión optimista muchas actividades empresariales son iniciadas gracias a ello. Lo cierto es que es poca la inversión en negocios y en la mayoría de los caso los negocios que se crean con dinero proveniente de las remesas son empresas pequeñas, dedicadas al menudeo y que generaban poco empleo, además un alto porcentaje de estas empresas suelen cerrar a los poco años.

También se puede considerar inversión la adquisición de terrenos o bienes inmuebles, que más tarde se dediquen a la producción. Por último, no podemos pasar por alto la inversión social en salud y educación que se realiza gracias a las remesas, que representa un 6,9 y un 6,5% respectivamente del gasto total de las remesas básicas. Los gastos en educación y sanidad son en verdad gastos en capital humano, factor productivo escaso en los países en desarrollo. Esa proliferación de los estudios que se está dando en los últimos tiempos –si bien no es sólo debido a la emigración– compensaría la perdida de capital humano inicialmente debida a la emigración. En suma, las remesas sí que permiten un aumento en el nivel de vida –tanto en el consumo directo como en la inversión en salud y educación–, pero el mantenimiento de ese nivel de vida dependen en gran medida de la continua entrada de dinero en concepto de remesas proveniente de los Estados Unidos. Volvemos a encontrar aquí la misma conclusión: se está dando un crecimiento pero no un verdadero desarrollo, dado que las propias comunidades son cada vez menos autosuficientes. A pesar de esta dependencia, el aumento del nivel de vida es más que positivo para países, que como Guatemala, han tenido históricamente altos índices de pobreza. La cuestión es ahora por tanto ver si ese aumento del nivel de vida es general o si por el contrario se están reproduciendo las desigualdades. Los diversos índices de pobreza o de desarrollo humano indican un progreso del país en la última década en parte gracias al efecto de las remesas familiares, pero las desigualdades internas y norte-sur, lejos de desaparecer, se están acrecentando.

Al ser una solución individual de la pobreza o del aumento del nivel de vida, la cuestión a abordar es qué estratos de la población son los que están emigrando y mandando remesas. El informe de la ONU sobre Migración internacional y desarrollo (2006) admite que “en general, los migrantes internacionales provienen de hogares de ingreso medio en sus comunidades, principalmente porque la migración internacional es costosa y riesgosa. Los hogares pobres no tienen medios suficientes ni la posibilidad de absorber estos riesgos”. Algunos autores han señalado que el impacto de esta afirmación –que por otra parte no es negable– puede llevar a confusiones, ya que no se concreta en qué etapa del proceso migratorio se encuentra el país estudiado.

Esto se puede observar en la llamada ‘Teoría de la Madurez del Proceso Migratorio’ (Stark, Taylor, Yitzhaki, et al.) Según esta teoría, en un primer momento los emigrantes suelen proceder de estratos económicos medios, con recursos suficientes para financiar el viaje de emigración a los Estados Unidos. Esto significaría que al destinarse las remesas a estas familias, se consigue un efecto de reproducción de la desigualdad económica. Sin embargo, a largo plazo gracias a la creación de redes sociales que facilitan el proyecto migratorio, tal como explicamos cuando nos referíamos a las causas de la emigración, se produce la integración de los nuevos grupos de emigrantes provenientes de sectores más desfavorecidos. Por lo tanto, en una segunda fase las clases más bajas se incorporan a los beneficios de las remesas. Jones12, autor que también ha trabajado sobre el tema, habla de una tercera etapa donde el sistema de redes sociales madura y la mayoría de los hogares es atraído; provocando que la desigualdad de ingresos aumente aún más dado que hay un pequeño grupo excluido de las migraciones. En el caso de Guatemala, se ha ido generalizando e incrementando el número de emigrantes, cumpliéndose la teoría, pero no por ello han desaparecido las desigualdades. En primer lugar, sobre todo en los últimos tiempos ha aumentado mucho el precio que exigen los coyotes para pasar la frontera por lo cual, lejos de ser más accesible para las clases bajas se está tornando más costoso. Por otro lado, pero unido a ello, los datos de las encuestas sobre la migración guatemalteca demuestra que existe un importante grupo de emigrantes en situación irregular. Esto tiene como consecuencia el tener que aceptar peores trabajos en los Estados Unidos, tener una mayor dificultad para enviar dinero, se hace casi imposible viajar a visitar a la familia y llevar artículos… Evidentemente la situación de indocumentado es más típica en aquellas familias más desfavorecidas que no pudieron pagar los costosos trámites legales.

De todas maneras sobre el fenómeno de los indocumentados aún queda mucho que investigar. El incremento de la desigualdad no se queda ahí. El gasto en alimentación y vivienda de las familias receptoras de remesas es cuatro y seis puntos superior a la media del país respectivamente, según revelan las encuestas. El aumento de la desigualdad es obvio y claramente visible; por ejemplo las familias de emigrantes suelen construirse casa de hormigón mucho más resistentes a los desastres naturales, mientras el resto mantiene en su mayoría las construcciones tradicionales. Los estudios realizados en las comunidades indígenas demuestran que la llegada de remesas está generando procesos diferenciadores y trasformadores distorsionando la dinámica tradicional de los pueblos indígenas. Las enormes diferenciaciones sociales son un proceso nuevo que antes no se veía dentro de las comunidades. Por otro lado, se ha disparado el precio de la tierra dado que es un activo que garantiza el crédito para el potencial migrantes y es el objetivo de inversión del ahorro para los emigrantes con éxito. La inflación del precio de la tierra está provocando una venta masiva de tierras por parte de indígenas y cipayos de clase media-baja para poder pagarse el viaje hacia la “tierra prometida”, que las compran los terratenientes, la oligarquía guatemalteca y las multinacionales. Se está concentrando la tierra cada vez más en pocas manos, privando a las comunidades de su bien más preciado en aras al futuro desarrollo local.

Antes de acabar este repaso por los diversos impactos económicos de las remesas en Guatemala, debemos aclarar que pasa con otro de los aspectos clave del debate entre conflictivitas y funcionalistas: ¿hacia dónde se dirige el efecto multiplicador de las remesas? Más arriba quedó demostrado que dada la poca inversión productiva y las características de la mayoría de los negocios creados a raíz de las remesas, no se producía el deseado efecto multiplicador en la economía guatemalteca. Sin embargo, ese efecto multiplicador revierte de nuevo hacia los países de destino de las migraciones creándose un perverso círculo vicioso. Es decir, los verdaderos efectos multiplicadores revierten en EE.UU. y no en Guatemala. Binford (2002) señala tres motivos principales para explicar este proceso: en primer lugar, los emigrantes que viven y trabajan en EE.UU. destinan gran parte de su sueldo al consumo de productos estadounidenses generando beneficios para este país. Incluso en ocasiones envían o llevan productos ellos mismos a Guatemala comprados en Estados Unidos, el ejemplo más normal es el de los coches.

Otro aspecto es que al realizar las transferencias electrónicas para enviar las remesas a las comunidades de origen, los bancos y servicios de transferencia electrónica captan un gran porcentaje de las mismas y todos ellos son estadounidenses. Y en tercer lugar, los empresarios empleadores se apropian de la plusvalía de los trabajadores guatemaltecos, lo cual se ve incrementado porque los empleadores estadounidenses pagan por debajo del salario mínimo a los trabajadores inmigrantes –en especial a los indocumentados, como se mencionó–. La tendencia al consumo en los hogares receptores de remesas, y el aumento de las importaciones paralelo a ese consumo, provoca que gran parte del flujo de valor acumulable que proviene de las remesas familiares sea captado principalmente por las multinacionales comerciales, empresas de la construcción y financieras en propiedad de la oligarquía guatemalteca y sus socios internacionales. Si a esto le sumamos la dependencia de las de las remesas que tienen muchas familias, tenemos que cuestionar hasta que punto la emigración no es otra forma de dependencia de los países receptores que son también los más desarrollados. Aumenta, en definitiva, la brecha entre las zonas de destino desarrolladas y las de origen, causa y consecuencia del fenómeno migratorio.

El impacto sociocultural de las remesas

Aunque acabamos de ver como las remesas influyen en aspectos puramente sociales como el nivel de vida, el gasto social, la desigualdad… hay otra serie de efectos que de una manera directa están distorsionando la realidad sociocultural de las comunidades y pueblos guatemaltecos. A continuación presentamos, siguiendo la clasificación de Durand (2006), una serie de remesas de este tipo. Las remesas en especie hacen referencia a todo aquello que traen los emigrantes directamente desde el país de destino. En ocasiones, por ejemplo, pueden ser coches, pero lo más habitual es que sean fardos de ropa, objetos de decoración, pequeñas herramientas… Más allá del valor monetario de todo lo que trae el emigrante hay que considerar el valor simbólico de los objetos. Esto lleva de nuevo a la creación de desigualdades en el seno de las comunidades dado que no todas las familias han emigrado ni todos los emigrantes pueden visitar a sus familiares (aquellos que están en situación irregular), los objetos traídos de Norteamérica son el símbolo del éxito conseguido.

Otro tipo son las remesas sociales que los emigrantes destinan a apoyar iniciativas en su comunidad, apoyo a la iglesia… según los datos de los que disponemos parece que no representa un porcentaje significativo. La remesa prestigio hace referencia al gasto en fiesta y celebraciones por medio de las cuales se adquiere prestigio dentro de la sociedad de origen, este gasto en capital simbólico puede que se traduzca, siguiendo a Bourdieu, en capital económico o capital social. Un último tipo de remesa del que queremos mencionar aquí es la remesa tecnológica que hace referencia a la utilización por parte de los emigrantes retornados de aquellos oficios y menesteres aprendidos durante su estancia en el extranjero a través de la creación de negocios o pudiendo acceder a otros puestos de trabajo. Sobre todas ellas se ha investigado poco y se hace necesario profundizar más para conocer cual es su peso y sus efectos reales. La emigración provoca un doble choque cultural. Por un lado, el cambio cultural que sufre el migrante que se ve obligado a asumir aspectos de una cultura distinta, dicho choque cultural normalmente incide negativamente en su bienestar propio. Por otro, las comunidades locales que receptoras de las remesas acaban introduciendo aspectos de la cultura estadounidense. Se va alterando la estructura social del país de origen, al introducir esos cambios culturales y una nueva relación con la territorialidad (Pellegrino, 2003). En suma, el asentamiento en el extranjero abre un marco de nuevas demandas tanto en el territorio nacional como en el extranjero, que empieza a socavar la propia estructura social y la propia cultura. Es importante resaltar como el auge de las tecnologías de la comunicación ha acabado por acercar más que nunca los países de origen y los de destino, lo cual multiplica el impacto de la migración sobre la cultura local. Este proceso es mucho más fuerte en las comunidades indígenas que tienen culturas más frágiles y un contexto más desfavorable para perpetuar sus tradiciones. Tampoco podemos olvidar la perspectiva de género, dado que las familias que reciben remesas están en la mayoría encabezadas por mujeres, que toman las riendas del hogar tras la marcha del marido. La desintegración familiar es otra de las consecuencias negativas del proceso migratorio, además en Guatemala no se está dando por ahora un proceso de reunificación familiar en el país de destino, sino que generalmente se plantea la emigración como algo transitorio.

Pérdida de capital humano y desequilibrio demográfico


Un último apartado que queremos tratar es la pérdida de capital humano generada por la emigración. En primer lugar, la migración produce una fuga de talentos, puesto que migran las personas con un alto capital humano, lo cual favorece a la hora de tomar la decisión en comparación con otras personas de la comunidad de origen: nivel educativo, capacidad de asumir riesgos o de enfrentarse a situaciones novedosas… (Egea Jiménez 2008). Según la encuesta de la IOM de 2004, la mayoría de la población que toma la decisión de partir, cuenta con al menos algún grado de educación y más de la mitad (53,7%) de la población migró con algún grado de educación primaria, el 28,2% con primaria completa y el 25,2% con primaria incompleta. El 14,2% se fue con secundaria completa y el 6,2% con secundaria incompleta, el 15,4% partió con educación diversificada completa y el 4,2% con diversificada incompleta. Vale la pena destacar que el 0,6% de la población que corresponde a unas 6.219 personas se fue con la universidad concluida y el 0,9% (9.309 personas) con algún grado de educación superior. Todos estos datos de los emigrantes son superiores a la media del país, lo cual certifica esa idea de que migran aquellos que tienen un capital humano más elevado. Esta selectividad de la emigración es un elemento negativo, dado que el país pierde ese valor humano que será productivo en el extranjero; pero también es cierto que esos emigrantes al tener un capital humano más elevado dan mayor importancia a la educación por ejemplo e invierten una parte del dinero conseguido en los Estados Unidos en gasto social (salud y educación) como vimos más arriba. Otro aspecto importante es el análisis del mercado de trabajo del país de acogida que es donde se va a desarrollar el capital humano que ha emigrado de Guatemala. A este respecto los datos, que aparecen representados en el Gráfico 4, muestran como una gran mayoría de los emigrantes son trabajadores no cualificados en el país de destino bien trabajan como operarios o en el sector servicios.

En definitiva, no hay un ascenso laboral y los puestos ocupados en los Estados Unidos son los peor valorados; por lo tanto debemos sembrar la duda sobre el verdadero efecto de las remesas tecnológicas y del desarrollo del capital humano en el extranjero. Por otra parte los emigrantes mejoran sustancialmente su bienestar –que no su posición social–, y pueden olvidarse de su idea inicial de retorno quedándose definitivamente en el país de destino y por tanto cortando toda oportunidad de retorno de ese capital humano. Los datos nos demuestran que es escasa la población que no piensa retornar a Guatemala, y entre los que lo hacen el porcentaje de mujeres es más elevado seguramente huyendo de las tradiciones machistas de la sociedad guatemalteca. No obstante, el fenómeno emigratorio en Guatemala es relativamente reciente y aún no se aprecia bien cual puede ser el número de asentamiento definitivos en los Estados Unidos.

Población emigrante económicamente activa por ocupación principal antes de partir y ocupación actual. 2004


En segundo lugar, la emigración en unas proporciones tan elevadas como en Guatemala (entorno a un 10% de la población) supone un desequilibrio demográfico, de nuevo causa y efecto de la emigración. Como se observa en la pirámide de la población guatemalteca residente en el extranjero (véase Gráfico 6 del Anexo) hay una mayoría de hombres y de población en edad activa. Este es uno de los argumentos más favorables para los países receptores que ven así aliviado su problema de envejecimiento, pero la otra cara de la moneda es la de los países de origen que pierden su población activa y en edad para reproducirse. Este desequilibrio demográfico acentúa esa dependencia de las remesas por parte de muchas familias compuestas por mujeres, ancianos y niños.

V. Conclusión

Comenzamos el texto lanzado la cuestión de si la migración era una fuente de oportunidades para el desarrollo o si por el contrario son reproductoras de las desigualdades existentes. Nada es blanco o negro, y esto no es una excepción. Sin embargo, ha quedado claro que, aunque muchas veces se ve en la emigración la oportunidad para lanzar el crecimiento y el desarrollo de las regiones de origen, sus efectos suele contribuir al primero pero no al segundo. No sólo hay un crecimiento a nivel macroeconómico sino que ciertamente las remesas producen un aumento del nivel de vida en las familias receptoras. Por tanto, la migración genera en los países de origen un crecimiento y un selectivo aumento del nivel de vida pero sin un desarrollo real. En otras palabras, se está dando un crecimiento económico sin desarrollo.

La migración genera una pérdida de la proyección del desarrollo propio porque, como vimos a la hora de analizar los motivos que llevan a partir hacia el extranjero, es una respuesta individual o familiar en medio de un contexto desfavorable donde se ha perdido la esperanza en las posibilidades para el desarrollo de la región. Así se cae en la desesperanza respecto a poder alcanzar o contribuir a un proyecto propio, nacional o local, de desarrollo, lo que a la vez causa y estimula a otros compatriotas a emigrar generándose un círculo vicioso. La emigración se convierte en “la pescadilla que se muerde la cola”: generada por la falta de oportunidades y por las desigualdades –internas y norte-sur–, acaba convirtiéndose en un elemento reproductor de esas desigualdades y lo que es peor agravador –por la dificultad de salir de ese escenario– de esa situación de subdesarrollo y marginalidad dentro del mundo global. Aún así, es cierto que existe un potencial de desarrollo de la remesas en gran medida desaprovechado, por el momento. Para aprovechar este potencial, considero que hay que empezar eliminando una idea que se esconde detrás de las migraciones actuales y es considerar los modelos exteriores como superiores. Por otro lado, se deberán implementar proyectos sostenibles de comunidad a comunidad (origen y destino) que permitan un desarrollo autogestionario de los diferentes pueblos dónde los creadores y actores sean los propios protagonistas. Sólo a través del desarrollo de los países se puede evitar las migraciones internacionales, que si bien deben ser un derecho para todos los ciudadanos, también lo debería ser una verdadera igualdad de oportunidades para el desarrollo social y humano.






No hay comentarios:

Publicar un comentario